jueves, 28 de abril de 2011

Idealización.

Planificar está bien, a corto plazo.
Porque un día podrías planificar un viaje para dentro de dos semanas, y el día antes de marcharte podrías caer enfermo... Y entonces, ¿qué haces? Cancelas tu maravilloso retiro del mundanal ruido al que estás acostumbrado porque una mala diarrea te ha jodido el fin de semana; y así es como acabas pasando el fin de semana tumbado en la cama, comiendo pan con aceite o yogur mientras zapeas películas antiguas en la televisión porque claro, todos están de puente y no van a pararse a pensar que tú puedas caer enfermo y que quizás te gustaría ver una película más actual.
Sin embargo, planificar las cosas es una forma de otorgar seguridad en uno mismo, porque te demuestras que sabes lo que quieres, y que lo tienes todo bajo control -aunque la diarrea acabe por obligarte a la bonita decoración de los azulejos de tu baño-. Es bonito planificar una cena romántica, o una escapada con tu pareja. A todos nos gusta la idea, y curiosamente en nuestra mente cobra cierta sublimación... Claro que muchos me replicaréis que cuando pensáis en estas cosas, lo que hacéis es adquirir más y más estrés por problemas que van surgiendo cada vez mayores... Y eso que ni siquiera habéis puesto en práctica la idea. Pero todo es parte de lo mismo, porque al encontrar el problema, lo resolveremos y haremos de esa velada algo especial, bonito, único... Pura carne de publicidad.

Creo que sólo en los anuncios he visto mis planes resueltos a la perfección. Las únicas enfermedades que padecen las personas en los anuncios son solventadas casi de inmediato por novedosos medicamentos de los cuales trata el anuncio.
Ahí nadie es triste, nadie tiene un mal día.

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